Según diversos estudios, la media del porcentaje de conversiones de una web es de menos del 5%. Es decir que más del 95% de los visitantes no realizan ninguna de las acciones deseadas (comprar, solicitar presupuesto, pedir cita, suscribirse a un newsletter o lo que corresponda).
Estos desastrosos resultados no deberían sorprendernos, teniendo en cuenta que la mayoría de webs están pensadas como un folleto de presentación de la empresa, no como una herramienta comercial para convencer al visitante de que se convierta en cliente (es decir, como si fuera un vendedor más).
Hay muchos aspectos que se pueden optimizar para hacer una web más efectiva comercialmente: mejorar textos, optimizar diseño para facilitar conversiones, responder posibles objeciones, dar pruebas de los beneficios de los productos o servicios de la empresa, destacar ventajas competitivas, recoger testimonios de clientes satisfechos y casos de éxito, incluir ganchos comerciales y garantías, introducir elementos de comunicación online, etc.
Para asegurarte la mejora de resultados, no debes tomar decisiones de rediseño en base a suposiciones (ni siquiera si son opiniones de un experto). La clave es probar con datos reales (mediante tests A/B o multivariante) si la nueva versión verdaderamente mejora los resultados o no.